Malinalco
Cuántas veces hemos oído de los niños de la calle, cuántas
de los niños huérfanos de guerra y cuántas más hemos oído de niños que andan
esperando que alguien los adopte porque nunca conocieron quienes fueron sus
padres.
No tenemos ni idea de lo que esto significa.
El tener una familia, es la fortuna más grande que un ser
humano puede tener: La sensación de pertenencia; La sensación de que a alguien
le importamos; La sensación de protección; La sensación de que nos quieren; La
sensación de relación con seres con quienes compartimos la misma sangre o genes
o, a quien queremos por encima de todo (como es el caso del matrimonio). “Eso
es la familia”.
Podremos ser muy diferentes, pero hay un hilo invisible que
nos une por encima de: desavenencias, intereses, personalidades, gustos,
ausencias, cosas materiales, temores, etc.
Y eso, es lo que percibimos en nuestra última reunión en
Malinalco.
Creo que, el gusto y la alegría con el que acudimos, se vio
acrecentada a la salida, después de convivir una vez más, todos los que pudimos
asistir y también a los que extrañamos.
Salimos de la rutina, del estrés, de las preocupaciones, de
los deberes, de los enojos, de las frustraciones, de los rencores y hasta de
los achaques.
Disfrutamos del campo, del sol, de la bruma, de la lluvia,
del paso del tiempo, de la comida y bebida (por más sencilla que esta fuera),
de las comodidades o incomodidades de no estar en casa, de poder patear y
golpear una pelota, de jugar en la alberca, de beber sin miedo al
alcoholímetro, de los juegos de mesa, de los pasteles de Mariana, del video de
Luis, del lodo y los baches, pero sobretodo, de la convivencia, con todo lo que
esto conlleva: risas, chistes, bulling, música, dinámicas y especialmente, de
las revelaciones artísticas de muchos que no se hicieron de rogar.
La misa dominguera en un convento reconstruido, con todo lo
que esto significa de historia y, después, los helados de la plaza con su
tianguis multicolor, donde puedes encontrar desde ricos frutos exóticos hasta
sombreros para la boda de Chicho y Ceci.
¡Somos afortunados!
Gracias abuelo por estar entre nosotros.
Gracias a todos los que trabajaron para que esto se lograra.
Gracias todos los que, con esfuerzo, llegaron y vieron que
valió la pena, sentimos que otros no pudieron venir, pero los tuvimos
presentes.
Gracias a Chio y a Chicho por soportar nuestras bromas.
Gracias a Dani que llenó de ternura la reunión.
Gracias a Memo por no fallarnos como fotógrafo oficial pese
a que iba de “rodríguez”.
Gracias al trabajo de Lilia, aun que le costó un buen
porrazo, a Leti y Javier por los lindos álbumes.
Gracias a Tere y Riqui, a Héctor y Margarita, porque ser
buenos anfitriones.
Gracias a Gualu y a Tere Rivero Borrell, que nos facilitaron
su casa.
Gracias Margarita, por tu esfuerzo, generosidad y cariño con
que organizaste todo.
Especialmente, gracias a Dios por esta oportunidad más de
poder estar en familia.
LMM
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