sábado, 28 de julio de 2012

Reflexiones sobre el disfraz


REFLEXIONES SOBRE EL DISFRAZ

El disfraz es notable. Como todo ser humano, posee una innata tendencia a disfrazarse. Desde la temprana niñez los infantes quieren representar algo que no son. Una de las grandes industrias entre nosotros es la hechura y venta de toda clase de disfraces. Las niñas saben perfectamente que por su edad y su tamaño no pueden razonablemente creerse adolescentes, pero pese a esta convicción, hacen lo único que es posible hacer, disfrazarse de “Blancanieves” de “la Bella” o de algún otro personaje atractivo de los cuentos infantiles. Los niños, por su lado, quisieran ser alguno de los héroes que aparecen en las caricaturas o en la pantalla televisiva. Se venden para ello trajes de “El Zorro” con todo y sus obligados accesorios: la espada, el antifaz y el látigo y por supuesto, un sombrero cordobés. Si les atrae la figura del “Enmascarado de Plata”, hacen que sus padres les compren el atuendo correspondiente en el mercado, en donde seguramente encontraran los utensilios indispensables para sentir que recorren su barrio deshaciendo entuertos y buscando el “bien” de aquellos miserables olvidados del destino o también castigando sin piedad a cualquier malhechor que aparezca ante su vista.
Pero no se crea que este fenómeno sea solo atributo de la corta edad. Todos los adultos también nos disfrazamos. Las señoritas en edad de merecer, para anunciar lo apetitoso de su figura y los hombres para mostrar su hombría, su distinción y sobre todo, su unicidad. Nunca en la historia se había visto el espectáculo ahora de moda entre jóvenes de ambos sexos: el vestirse como mendigos con ropa que en otros tiempos, sería difícil de persuadir que aparecieran en público los mismos pordioseros.
Todos queremos aparentar lo que no somos. Santa Teresa decía con una simple frase lo que significa ser humilde y definía  esta virtud señalando que “La Humildad es la verdad”. En otras palabras “Decir y aparentar lo que verdaderamente somos, sin disfraces.
Roberto Maass E.